Crónica sobre la película «Una terapia peligrosa», Harold Ramis, del ciclo «Psicoterapeutas de cine»

© José Luis de Frutos Navajo, Psicólogo Clínico, PSICOARTAES, Coleg. M-16.308

El miércoles 18 de mayo de 2016, a las 19:00h finalizó el Ciclo de Cine-Fórum: “Psicoterapeutas de cine”, organizado por el Grupo de Trabajo de Psicología y Artes Audiovisuales y Escénicas (PSICOARTAES) del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM). Mariano Bucero y Sergio García, miembros del Grupo, así como Ana Fernández, coordinadora del mismo y participante en el ciclo, resumieron sus contenidos. Si en RECUERDA la excesiva implicación del profesional venía desde lo romántico y en ANÁLISIS FINAL desde la curiosidad detectivesca, eTerapia peligrosan este tercer encuentro (Psicoterapeutas Humorísticos) se salta lo deontológico desde la ausencia de encuadre y la falta de secreto profesional. Sergio nos citó la serie WEB THERAPY como prototipo de la figura del terapeuta no involucrado. Según él en la versión americana, aprovechando el doble sentido de lo comunicado, y en la versión española, con una actitud literal de no-escucha por parte de la psicóloga basada en el humor negro y un reírse de lo que trae el paciente, suponen el reverso de lo susodicho. Nos planteó: ¿alejan o acercan estas visiones de nuestra práctica profesional al gran público?

La opción para la ocasión fue una elección inmejorable: UNA TERAPIA PELIGROSA (Analize this, 1999) con dos nominaciones a los Globos de oro (Mejor Comedia y Actor de Comedia –De Niro-). Una película que bien puede considerarse el mascarón de proa de las que aúnan psicoterapia+humor y, por ende, un film prototípico para las reflexiones que PSICOARTAES puede hacer desde un punto de vista de la psicología clínica profesional.

Paul Vitti (Robert De Niro), un relevante mafioso de Nueva York, sufre una crisis de angustia (panic attack), posterior a un intento de asesinato por parte de cierto rival. Está a punto de celebrarse una reunión de familias, en la que se elegirá al nuevo capo di tutti capi. Dándose cuenta de lo vulnerable de su situación, el azar consigue ponerle en contacto con Ben Sobol (Billy Crystal), un psiquiatra divorciado a punto de casarse de nuevo, quien se verá obligado a tratar este particular caso, muy a su pesar y con riesgo de su vida, con una condición draconiana: disponibilidad total las 24 horas del día…
¡Derivaciones de pacientes así NO, gracias!

La película se encuadra en el “desencuadre” terapéutico que supone realizar una intervención como psicoterapeuta, coaccionado para ello por un paciente sociopático cuyo único fin es eliminar la ansiedad que siente para conseguir volver a ser un “gánster bien adaptado y feliz”, como comentó Cristina Viartola. El conflicto dramático está servido y el filtro cómico de los guionistas, apoyado por los inevitables clichés pseudo-psicoanalíticos, dan como resultado una hilarante narración, con más fondo del que se podría sospechar comparado con otras propuestas más “serias”.

Mariano nos recordó cómo la obligación del psicólogo ante el código deontológico sería la de denunciar a un paciente con actividades ilícitas. Desde el punto de vista de la supervivencia del protagonista, tal vez no hubiera sido lo más adecuado… La vis cómica se desata cuando, en vez de inhibirse de alguna manera como profesional, trata de intervenir para solucionar la situación. Dar sus datos no pedidos ante un leve accidente de tráfico, en vez de disimular con inteligencia emocional y denunciar posteriormente, será lo que inicie, de forma paradójica, el camino del mal.
Esta huida hacia adelante, este tratar de tratar lo intratable, este querer evitar lo desagradable mediante acciones supuestamente psicoterapéuticas, se convierte en el leit motiv del film: el efecto bola de nieve de quien hace crecer aún más sus problemas, en vez de instaurar los límites y afrontar la experiencia emocional correctiva. Esto último, lo saludable, es un máximo común denominador de cierta clase de psicoterapia dinámica, así como de la terapia gestalt, la terapia estratégica y la terapia de aceptación y compromiso.

Puede servirnos, pues, de contraejemplo, tanto en la actuación del psicólogo como en la de la persona que afronta síntomas de ansiedad. Igual que la violencia en lo audiovisual ha de ser corregida por un ojo crítico que ha de ser educado, la función de la comedia es darnos un insight de lo insano por la vía de la exageración. Por contraste con lo real, igual que en WEB THERAPY, créanme… nuestra humanidad y cuidado por la relación terapéutica (elemento común y efectivo en las diferentes escuelas de psicoterapia) permiten la buena prensa boca a boca. Consolémonos con que “existe alguna evidencia de que los patrones adecuados de conducta mostrados en el cine, los buenos modelos, no son seguidos por los pacientes, siendo mucho más eficaz la intervención directa de un psicoterapeuta con experiencia” (citado en Psicología y Cine: Vidas Cruzadas, Andrés García, UNED, 2006).

Comentaba Mariano cómo lo psicoanalítico ha dado más margen para lo cómico y lo conductista para lo dramático (manipulación externa), a no ser que a lo último se le sacara partido desde un “te doy un terrón de azúcar por lo bien que lo has hecho” y caricaturas semejantes (véase en YouTube, recuerdo ahora, a Bob Newhart en el número cómico televisivo STOP IT, ironizando sobre la detención del pensamiento como técnica radical). Recalcó escenas como el acting-out de Vitti abrazando al terapeuta para llorar en el momento menos adecuado (un tiroteo, en el que recuperar el rol de gánster es vital) así como aquel flash-back que supone un homenaje y parodia de EL PADRINO.

La intervención terapéutica se basa aquí en la hipótesis de una resignificación en la memoria de Paul Vitti, que le llevaría a revivir, en su experiencia cercana a la muerte actual, el asesinato de su padre en similares circunstancias, desvelando una supuesta culpa del protagonista ante la posibilidad de haberlo evitado. “¿Culpa? ¿Qué culpa? Yo no lo maté”, responde el mafioso al psiquiatra. La visión del trauma simplificado da juego de nuevo (como en RECUERDA) y nos tememos que la personalidad anti-social que refleja De Niro no necesitaría de una terapia EMDR… por ausencia de estrés postraumático… Se intenta ilustrar el ataque de pánico, con ese miedo al miedo que explicitan en el film, como hizo notar Ana. El asunto, no obstante, es el contexto y la supuesta verosimilitud. El equivalente sintomático de la ansiedad en un carácter de este tipo aparecería antes como una dependencia de sustancias, con mayor probabilidad.

El chiste consiste en saltarse estos “detalles”, así como pretender que alguien así acudiera a un profesional de la psicoterapia (como no fuera para simular algo y obtener un beneficio secundario, en un ambiente penitenciario, p.ej. –véase OTRA TERAPIA PELIGROSA, su segunda parte). Este mecanismo humorístico libera, desde lo freudiano, la angustia acumulada que suponen las escenas temidas del terapeuta. Esto me recuerda a una anécdota de corte histórico, en la que Alejandro Magno pretendía obligar ¡a entrar en trance! a la Pitia de Delfos, para que así adivinara el resultado de su próxima batalla, forzándola a hacerlo en un día sagrado del templo en el que no tenían actividad: “Eres invencible, muchacho”, le respondió ella. Ante lo que él dijo: “He obtenido de tus labios el oráculo que deseaba”. Y se marchó, sin adivinación ninguna. Quien va al psicólogo a escuchar lo que le conviene, no tiene actitud terapéutica.

A favor de Vitti, diremos que no ha sido marcado, como su rival, por la psicopatía literal como tal. Vitti refleja una personalidad anti-social con sus propias normas, cierta empatía arcaica y mínima culpa, la afición por las emociones fuertes y la mentira, su sentido de la familia, sus fidelidades “a su manera”. Primo Sidone, su enemigo mortal, sí es retratado como psicópata clásico, con empatía bajo cero, adicción a la adrenalina, impulsos sádicos y una falta de compromiso con todo lo que no sea sí mismo. ¿Hablando se entiende la gente? No siempre, y no, desde luego, con cierto tipo de personajes. Qué decir de esa escena telefónica delirante (por humorística, ¡no por psicótica!) cuando Vitti trata de conversar “razonablemente” con Primo, asesorado aquel por el Dr. Sobol para un intento civilizado de resolución de problemas… Lo cognitivo tiene sus límites. Capisci?

A nivel de cine para psicoterapeutas, es innegable el efecto sanador que sobre el gremio produce la concatenación ingeniosa de despropósitos en la práctica clínica. De hecho, vemos evolucionar al terapeuta hacia una asertividad de la que antes carecía, cohibido ante la presencia en su vida de figuras paternas de tipo crítico (incluido el FBI), lo que le permite evolucionar en la flexibilización de su propio super-yo. Podemos tomarlo como un diálogo mental entre dos polaridades, el yo-antisocial y el yo-hiperresponsable, que tantas veces da juego en Terapia Gestalt. Esta dialéctica permite la integración de dimensiones rechazadas por la persona, recuperando energías reprimidas para legitimarlas desde una asertividad equilibrada en la vida diaria. De hecho, F.Perls confrontaba la verborrea desconectada de la experiencia del paciente con algún gesto desalentador o cómico que evitaba la “cháchara”. Son estilos.

Se produjo un diálogo fluido entre el público asistente, haciendo notar Lecina Fernández la reconocida calidad del guión y su juego con los contrarios contención/explosión. Rosana, antigua componente del grupo de trabajo, subrayó el juego de los contrastes en los tiroteos con música, y la pertinencia de la voz en off como recurso del género (Casino, Uno de los nuestros, El Padrino). También se escuchó reflexionar sobre el efecto de catarsis que supone ver el film para el gremio de psicólogos, como acertadamente afirmaron entre el público asistente, ante las risas generalizadas que suscitaron las conductas de los pacientes “típicos” en la consulta del Dr. Sobol y las fantasías de este al respecto.

Mariano recordó cómo uno de los guionistas es el mismo que el de “Gangs of N.Y.” (K. Lonergan) lo que da cuenta del savoir faire que subyace en esta obra. Hacer reír bien es un arte. Hizo notar también el juego de poder que implica la trama, el mismo de aquellos pacientes que van cambiando de terapeuta para “comprar” otra opinión que mantenga su status quo. Es aquí donde una confrontación terapéutica a lo F.Perls no sobraría, algo así como: “vaya, otro especialista en derrotar psicólogos…”. En fin.

Termino con este pensamiento que compartí al final de la representación de teatro terapéutico con actores mayores que dirigí este año, desde un guión adaptado libérrimamente sobre obra de J. Poncela, y que se me ocurrió en agradecimiento a los maestros cómicos de todos los tiempos: EL HUMOR ES UN TRABAJO QUE SE HACE CON AMOR. Y sana, a terapeutas y pacientes. Porque todos somos PERSONAS.

P.D.: Una vaca aparece en la primera escena. Un mafioso pretende que se vaya del lugar, actuando desde su rígido repertorio básico de conducta. Pero, mire Ud., las vacas no entienden de pistolas ni insultos. Ni se matan moscas a cañonazos. La psicoterapia busca la eficiencia en costes de todo tipo. Y detectar aquello que no se puede cambiar. Toda la vida es una oportunidad para sanar. Voluntad, inteligencia emocional y valor son necesarios para ello. Lo saben. Lo demás es darle vueltas a lo neurótico. Llevemos lo ya reflexionado a la acción. “Tú…eres bueno, Doc…muy, muy bueno… ¡Ehhh!”.

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